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8-9 JULIO 2010 - BARCELONA: No estaremos en The PLE (Personal Learning Environments) Conference en Cornellà, pero hemos mandado a un becario para que nos cuente el sarao.

La escuela de la ignorancia

Acuarela Libros reedita La escuela de la ignorancia de Jean-Claude Michéa, profesor de Filosofía en Montpellier.

Recuerdo el impacto que me causó este “libelo” en 2002, me influyó mucho porque la situación de Francia es perfectamente extrapolable a la de la mayoría de países europeos. Que haya necesidad de reeditarlo indica que sigue vigente y que cada vez más personas entienden la importancia de lo que está en juego.

De la edición de 2002 destacaría la reseña de Fernando Savater en El País -no encuentro el enlace. De la edición actual la de José Sánchez Tortosa en Libertad Digital. Michéa -liberal de izquierdas y experto en Orwell- resume en pocas palabras qué entiende por “universalización de la ignorancia”:

Cada pocos años, la clase política y sus expertos en “ciencias de la educación” acometen una nueva reforma de la Escuela. Sin embargo, el fracaso escolar sigue agravándose: la infantilización gana terreno a la inteligencia crítica; el individualismo y la negación del otro se apodera de las relaciones humanas; el dominio de la inmediatez corroe toda disciplina del tiempo o la atención.

Los actuales progresos de la ignorancia, lejos de ser el producto de una deplorable disfunción de nuestra sociedad, se han convertido en una condición necesaria para su propia expansión.

No tengo el libro a mano como para hacer una reseña más extensa, pero lo recomiendo por la lucidez de su análisis. Y si no se fían de mí, háganlo de Savater: “Lo bueno de los panfletos inteligentes es que dan una voz de alarma sugestiva incluso para quienes no comparten del todo los presupuestos del panfletario. Tal es el caso de esta obrita, escrita con la intensidad y el debido mal genio que cuadran al género”.

Aprovecho para destacar la labor que viene haciendo Amador Fernández-Savater en Acuarela Libros, una editorial que procede del mundo del fanzine (como muchos de nosotros: hazlo con poco, hazlo tú mismo, copia y pásalo) y que forma parte de la nueva cultura editorial que encuentra su fuerza en la libertad, el sharismo y el copyleft.

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4 Comments

  1. M says:

    ¿Qué tiene de malo el individualismo? ¿Por qué se ha de pensar por el otro? ¿Por qué se han de aplicar las mismas cosas a todos? Cada uno es cada cual.

  2. Emilio Quintana says:

    Estoy de acuerdo contigo, aunque se habla de “negar al otro”, que no es lo mismo. Como dice Savater: no hay que compartir del todo los presupuestos del panfletario.

    Diría que lo importante de esta obra reside en la forma en que Michéa analiza la escuela como productora de ignorancia. Es más o menos lo que expone Sánchez Tortosa en la segunda parte de su reseña para Libertad Digital.

  3. johnymepeino says:

    El individualismo es perverso:

    A nivel ontológico porque te empobrece, aísla, crea hombres-celda más fácilmente manipulables por el poder y te convierte en víctima de las herramientas de control de los ciudadanos. Eso es precisamente pensar todos igual: creer que coincides con la opinión de otros cuando en realidad pensáis lo que alguien ha decidido lo que y sólo lo que, teneis que pensar.

    Epistemológicamente porque la ciencia es cada vez más “multidisciplinar” y tu conocimiento se desarrolla no encerrado en tu propia torre sino en red. Networking, para hacernos una ligera idea. El individualismo puede ser bueno para convertirte en consumariado, pero no para dotarte de herramientas de investigación o dotarte de capacidad de compartir conocimiento.

    Por último, en la realidad politico-moral, el individualismo te lleva a la indefensión frente al “Sistema-Total”, verdadero y único productor del lenguaje, la norma, y la condena. Esa indefensión produce seres despiadados inmunes a cualquier sufrimiento ajeno por cruel que sea, porque subyace la idea de que “algo malo habrán hecho”, o “gracias a que les ha pasado a otros, hoy no me ha tocado a mí”.

  4. Emilio Quintana says:

    No sé, no me he enterado de mucho. En todo caso, quiero dejar claro que yo sí me peino.

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