Para competir eficazmente en la actual sociedad del conocimiento, las organizaciones tienen que ajustar sus prácticas a las nuevas características y contextos del conocimiento. Los métodos de actuación jerárquicos, verticales (“top-down”) y predefinidos no están en disposición de reaccionar adecuadamente ni de adaptarse a los cambios con suficiente rapidez. Las economías adaptativas y complejas en que vivimos pueden cambiar de la noche a la mañana -haciendo que nuestro conocimiento actual se vuelva obsoleto. Tener la capacidad de actualizarse empieza a ser más importante que saber algo en un momento dado.
Las estructuras corporativas y la educación tradicional están al servicio de una visión del conocimiento como algo estático, hecho de conceptos y repositorios. La búsqueda de la estabilidad debe dar paso a la de la adaptabilidad. Los depósitos de conocimiento se han convertido en ríos. Esto lo cambia todo -desde la producción y el consumo de los medios hasta la forma en que estructuramos el liderazgo, pasando por el modo en que organizamos y gestionamos los asuntos.
Los elementos que ayer eran fundamentales están dando paso a las estructuras descentralizadas y en red de hoy. El flujo de conocimiento es el oleoducto de nuestra generación.
Caos. Complejidad. Emergencia. Reconocimiento de patrones. Percepción. Creación de significado. Para sobrevivir, las organizaciones no tienen más remedio que apostar cada vez más por redes de aprendizaje y ecologías de conocimiento, con vistas a promover, hacer sostenible y orientar la innovación.